Además de el grupo, Sanz por esa época se dedicaba al Skateboard y pasaba las tardes con Corcobado liado con el monopatín. Acababa de llegar los 80 y la nueva ola empezaba a ocupar espacio en la cultura juvenil, en las calles, hasta en la televisión.
Los dos amigos tardaron poco en divorciarse. Sanz buscaba hacer algo más serio para rentabilizar las clases de bajo a las que asistía, en las cuales aprendía las estructuras del Jazz-rock de músicos como Jaco Pastorius. Con este bagaje apenas tuvo que insistir para entrar en La fundación, quienes en 1983 acababan de fichar por el sello Tres Cipreses. En alguna discoteca de Valencia llegaron a dar algún concierto ante 800 personas, aunque nada comparable a compartir cartel en el Rennes, junto a bandas surgidas de la esencia industrial como Litfiba o Cabaret Voltaire.
Mientras tanto Corbado montó 429 engaños, banda de la que hablaré en la próxima entrega.
Descárguese La fundación Aquí
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